annus sacerdotalis

S. Enrique de Ossó   versione testuale


 
SAN ENRIQUE DE OSSÓ
 
“VIVA JESÚS. TODO POR JESÚS”
 
  
“ME TOCÓ EN SUERTE UN ALMA BUENA”
 
Así habla Enrique de Ossó de sí mismo en unos breves apuntes autobiográficos, escritos a vuela pluma y por obediencia, cuando aún era muy joven. Y tenía razón al decirlo. Dios le regaló un alma buena, un corazón bueno, unos padres buenos… y Enrique supo hacer fructificar esos dones recibidos. No tuvo una vida fácil, pero supo superar las contrariedades en su adolescencia; las dificultades cuando, ya sacerdote, comenzó y llevó adelante sus obras apostólicas; y las envidias, calumnias e injusticias por parte de los representantes de la Iglesia, en su madurez y hasta su muerte. De todo esto salió fortalecido en su fe, con la esperanza puesta sólo en Dios, y con el amor a punto, para hacerlo llegar a todos, incluso a sus mismos detractores. Así se forjan los santos.
Durante los 55 años de su vida fue maestro y catequista y, por encima de todo, sacerdote. Un sacerdote diocesano comprometido con su tiempo y con su entorno más cercano, pero proyectado siempre hacia el mundo entero, que casi se quedaba pequeño para sus ansias de extender el conocimiento y amor de Jesús. Tuvo una maestra de vida espiritual y apostólica: Teresa de Jesús. Casi podríamos decir que una parte de la gran Santa de Ávila se encarnó en Enrique de Ossó y le infundió su espíritu de oración, su amor a Jesucristo y, como fruto de ambos, la multitud de obras apostólicas que llevó a cabo durante su vida.
 
 
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